En 2009 Germán Terrón Gómez pregona la Semana Santa de nuestra ciudad en el Teatro Gutiérrez de Alba. En su pregón dedicó estas palabras a nuestra Hermandad.
LA LUZ DE LA TARDE
Ellos son pieza clave de la Semana Santa y no les prestamos atención. Están ahí, los vemos pasar, pero no nos parecen primordiales. Casi nunca pensamos en ellos, y son el corazón que late de nuestras cofradías. Su origen y razón de ser. Son los nazarenos. Los hermanos que conforman una hermandad y que, revestidos de Cristo, hacen estación de penitencia por las calles. ¡Qué pocas veces reparamos en ellos! Su presencia es tan familiar que no nos fijamos los importantes que son. Sin ellos no habría cofradías.
El día se despertó lleno de gozo. Allí, en el silencio de la casa, aguarda expectante. Es la túnica planchada y preparada que ondea orgullosa. Es una túnica elegante: color crema, de capa, botonadura negra, cíngulo entrelazado y un hermoso antifaz de terciopelo negro. Espera ya el momento de abandonar aquel lugar y unirse a la piel del nazareno que se va vistiendo con la seriedad e importancia que requiere el momento. y al final, el antifaz se derrama sobre el rostro comenzando así un anonimato de soledad entre el bullicio.
El nazareno sale a la calle, cerrando la puerta tras de sí, y comienza a avanzar de prisa. En seguida, se le unen más hermanos, pues la capilla está muy cerca. Entremedio de ellos se cuela, exótico, un antifaz rojo que busca apresuradamente la Cruz del Inglés camino de San Agustín. Mientras, el nazareno ha llegado a la capilla y pasa de la luz cegadora de la calle a la fresca penumbra de la Iglesia. En seguida los ojos se fijan hacia el final. La Madre, Auxilio de los cristianos, le invita a pasar a su casa, que tan bien conoce.
Se coloca allí, en un lado. No lleva insignia, ni cruz, ni cirio, pues su penitencia es su mayor alegría. Hay ya nervios, impaciencia. El Hermano Mayor da la venia. Se abren las puertas del templo. y sale la Cruz de Guía. Y, tras ella, los hermanos nazarenos. Luego vienen los ciriales y una gran nube de incienso. El ángel batió sus alas, y el paso subió hasta el cielo. Avanza poquito a poco y hoy Alcalá es un huerto.
El Señor va de rodillas suplicando al Padre Eterno. Ya se escuchan las cornetas. Avanzan los nazarenos. Y dentro de la capilla hay emoción y hay nervios. El nazareno se aferra a su paso. No ve su cara bendita pero acaricia su manto que cae hacia los hijos. Es el blanco resplandor que nos hace recordar la gloria asunta de la Madre. Suenan los rosarios y avanza el paso hacia la calle.
La tarde quiere jugar
En los varales del palio
Quiere saber quién es luz
Que ilumina a cada paso
La tarde quiere entender
qué música es la que suena
doce instrumentos de plata
para ti, mi Madre buena
Se pregunta muchas cosas
al ver tu cara bendita
no se enteró que tu Hijo
que pase el cáliz suplica
No se enteró de ese huerto
ni discípulos que sueñan
ni del Angel que conforta
ni de angustias que le cercan
No se enteró del olivo
de esta Alcalá panadera
ni de los lirios del campo
ni del clavel florecido
Sólo sabe que el Señor
puso su rodilla en tierra
implorando al Padre Bueno,
con la mejor Oración,
para Soportar la espera
Sólo sabe de la luz
que es tu palio cuando pasa
de la blancura del manto
del aire de tu mirada
de tu cintura ceñida
de tus mejillas rosadas
de tu saya entretejida
y de tus manos que hablan
Por esa la tarde quiere
guardarte en un relicario;
el Señor que está en el Huerto
escuchó la petición:
regalando la Oración
que es su Madre del Rosario