En 1999 un hermano de nuestra Hermandad, N.H.D. Salvador Domínguez Palomo, pregonaba la Semana Santa de nuestra ciudad en el Teatro "Gutiérrez de Alba". Recogemos aquí las palabras dedicadas a nuestra Hermandad, cargadas de vivencias, sentimientos y devoción hacia nuestros Titulares.
SALIDA
(...)
Del colegio salesiano sale también el Domingo de Ramos la hermandad de NUESTRO PADRE JESÚS DE LA ORACIÓN EN EL HUERTO. Esa capilla colegial, carmelita antigua, que ha sido testigo de nuestra azarosa adolescencia, de esos ratos buenos y malos, que pasamos en nuestras vidas académicas, sus bancos, sus azulejos, María Auxiliadora, Don Bosco, todos han sido partícipes, de nuestras inquietudes, de nuestras ilusiones, hasta de nuestros secretos de confesión, lugar donde se recibe por primera vez a Cristo y donde hemos celebrado muchos el sacramento del matrimonio.
De allí sale mi cofradía, tengo el orgullo y la dicha de ser salesiano y del Rosario, de tener a María Auxiliadora y a mi Cristo Orante y de llevar, mi Hermandad, el titulo de Salesiana, ganado a lo largo de los años y concedido por don Egidio Viganó.
Los pasos están dispuestos sobre el presbiterio de la capilla. Próximos al altar de María Auxiliadora. Nos disponemos a iniciar nuestra estación de penitencia. Los nazarenos ordenados en el pórtico del patio de abajo y los costaleros colocados en los pasos. Suena una saeta profunda y sentida. Los golpes del llamador estallan atronadores en nuestros oídos. El paso cuadrado ante la puerta. Ordenes cortas y precisas, la voz de Pepe se eleva por encima del murmullo de la gente. Se dobla el olivo. Casi roza la cruz del ángel y ya está Nuestro Señor Moreno en la calle.
Detrás, el son musical del paso de la VIRGEN DEL ROSARIO, indica que el palio ha comenzado a moverse. Negros terciopelos cónicos salen hacia la calle. Insignias, cirios y más nazarenos. jCómo disfrutaría ese hombre que la imaginó, la intuyó y fundó una hermandad para ella! Seguro que desde lo más alto, puede apreciar el amor y la entrega que los costaleros ponen para sacar a su Virgen del Rosario y como aquellos muchachos y niños a su alrededor en otrora, hoy día ocupan puestos claves en la hermandad. El paso está colocado. Es difícil la salida. Jaime, nervioso mira hacia arriba, hacia fuera, ordena a su gente. El paso avanza lentamente. La cruz de la corona, una perilla, otra... ¡ya ha pasado! ¡Ya está la Virgen fuera! De nuevo se ha producido el milagro de la' salida de la Virgen Blanca Panadera. La alegría es indescriptible. ¡Qué emoción la del capataz, contraguías y sus anónimos costaleros! Ya han cumplido con su trabajo un año más. Ya descansa la conciencia de la tremenda responsabilidad asumida. Ya se desvían las miradas hacia ELLA, la verdadera protagonista, a la Madre dolorosa, a la Madre bienaventurada, a la Reina refulgente, a la primera de las mártires, ¡a la excelsa Madre del Rosario!
El comienzo y el final de la Semana Santa de Alcalá, tienen su origen en la callejuela del Carmen. Juntas las dos capillas, son prólogo y epílogo, la A y la Z de la Pasión alcalareña. En su tiempo fueron solo una y hoy están divididas con dos hermandades de trato fraternal y cordial vecindad.
Son dos capillas hermanas.
En una está Cristo muerto,
en otra reza en el huerto.
Una es obra salesiana,
la otra es Carmen soberana.
Con Soledad y Rosario,
se borda un escapulario,
que brilla en una Señora
que es María Auxiliadora,
radiante sobre el sagrario.
(...)
JESÚS ORANTE EN EL HUERTO
Podemos considerar el paso de la Oración en el Huerto como un típico paso de misterio de Semana Santa. Cristo orando en la espesura del Olivar de Getsemaní. Cara a la luna.
Mientras corre el sudor por su cara y por su cuello, como innumerables perlas de rojizo coral. Se presenta arrodillado, mirando a lo más alto, en su representación más humana, con la Divinidad escondida, poseído del miedo, tembloroso y triste. Cristo, Dios y hombre a la vez, se nos presenta, más como hombre que como Dios. Rehusa con desgarrad ora tribulación el cáliz, mientras que su rostro es signo de duda y de temor, al.mismo tiempo que, de filial obediencia al Padre.
En ese momento, cuando Cristo empieza a orar, comienza la oración que nos da nombre al misterio y a la Hermandad: "Padre, si es posible, aleja de mí esta copa. Sin embargo, que no se cumpla lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú". (Mat. 26,39).
La oración más tierna y hermosa que se haya escuchado, que nos revela las dos naturalezas de la palabra. Una, que San Juan identifica como Dios: A la palabra era Dios y más adelante, otra que San Juan dice: A la palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Jesús, Hijo único de Dios es el que en el Huerto de los Olivos nos aparece como Dios y como hombre.
Jesús no está solo en el Huerto. El Padre envía un ángel para animar a su desconsolado Hijo. Ángel de silueta esbelta, celestial y vaporosa. Se presenta como una tierna figura de femenino sosiego y confortamiento para el Hijo de Dios, en tan delicado trance. Situación en la que nos encontramos muchos de nosotros, víctimas de la ansiedad y de la angustia, personas que se encuentran extremadamente solos, pidiendo ayuda con sus brazos abiertos, sus manos vacías y sus rodillas clavadas en el suelo alcalareño.
Además del ángel, sobre el paso están los apóstoles dormidos. Aquellos que Jesús lleva para que le hagan compañía, se quedan dormidos. Nosotros que de alguna manera estamos más cerca de Dios, nos quedamos dormidos en situaciones claves de la vida. No reaccionamos en el momento adecuado, con el vigor necesario y muchas veces los que nos llamamos cristianos, las hermandades, los que estamos mas íntimamente relacionados con Dios, nos quedamos dormidos, como los apóstoles en Getsemaní.
En el Olivar alcalareño de Don Bosco, estás Tú mi Señor, con tu divina pena, con tu tez cetrina, con tu mirada hiniesta, solo en la agonía de la noche. Tú, Señor mi Cristo Moreno, tallado sobre anónima madera, tu busto no fue destruido y anda huérfano y perdido. En tu soledad y con tu humildad vas pidiendo por nosotros, nos vas enseñando a hablar con Dios a través de la oración. Oración que Tú elevas a la más sublime expresión en el Huerto de los Olivos.
Toda mi devoción de cofrade se fundamenta en la imagen de este Cristo arrodillado, genuflexo, en actitud de oración, de bellas facciones y con actitud implorante al que, según Él mismo me enseñó, yo le rezo:
¡Qué triste y cansado vas, Padre mío!
Entre olivos estas en tu huerto orando,
llevas tu bendita cara sangrando,
que hasta contemplarte me causa frío.
Tu silencio, Señor, ¡qué desafío!
Tu silencio, Señor, ¡qué desafío!
Tus dudas, en la negra noche...cuando
con el divino Padre dialogando,
esperas al traidor entre el gentío.
Sabiendo cual es tu fatal destino,
inocente rostro refleja espanto,
¡Zozobra! ...Tu corazón divino.
con el divino Padre dialogando,
esperas al traidor entre el gentío.
Sabiendo cual es tu fatal destino,
inocente rostro refleja espanto,
¡Zozobra! ...Tu corazón divino.
Padre, pase de mí este cáliz santo,
no deseara probar su amargo vino,
pues, bastante es ya, mi humano quebranto.
(...)
ROSARIO
Igual que mi Cristo Orante, la Virgen del Rosario es la que fundamenta mi devoción cofrade. En su palio de malla transparente, trono de amor que levantarán sus cofrades más devotos en un alarde de filial afecto, donde sus hijos, en su memoria y los hijos de nuestros hijos te tributaremos pleitesía de amor y de cariño; le dedicaremos los piropos más tiernos, más elocuentes y más significativos que jamás haya podido imaginar mente humana.
¿Y qué te digo yo a Ti, Madre que no te haya dicho nadie? Al salir de tu capilla colegial primorosa Reina Salesiana:
Eres la Reina del cielo.
Gema del atardecer.
Madre de Dios.
Virgen Panadera.
Rosario de Alcalá.
Madre Divina.
Madre Dolorosa.
Madre Celestial.
Madre Santa.
Madre del Santísimo Rosario.
Virgen de las Vírgenes.
Madre Inmaculada.
Fuente de amor.
Estrella de la mañana.
Abogada y Mediadora universal.
Paño de lágrimas de tu pueblo orante.
Saeta profunda y sentida.
Rosa de Pasión.
Presencia de Dios en las calles.
Madre del Divino Infante.
Fuente de Consuelo y
Eres Reina Suprema
del Dolor Triunfante.
Junto a Cristo, vas Señora del Rosario, llenándolo todo con tu personalidad y con tu encanto de mujer bella, como la más hermosa de las criaturas que, a pesar de su apostura, va consumida por su dolor, inmenso y profundo. Al mirar en la capilla tu blanco paso de filigrana transparente, que impregna la iglesia de ternura, mi corazón se compadece de tu Soledad, como Olivo en tierra de secano, intenta consolarte por tu Angustia, sufre con la Amargura de tu llanto y tiene la Esperanza de poder subir hasta tu palio para darte Socorro y secarte las lágrimas que corren por tus mejillas.
Señora, que ofreces al Padre el tesoro de tu sublime dolor, de tu llanto bendito, que es capaz de purificamos a todos por los siglos de los siglos, te sientes abandonada, aturdida y pierdes la noción del tiempo celestial, ante el sufrimiento de tu Hijo, que suda sangre en el olivar.
Antes de salir la cofradía, yo te rezo. Al entrar ya de noche con la cera consumida, yo te rezo. Durante todo el año en tu altar, yo te rezo. Cuando sales en octubre, al despuntar el día, yo te rezo. y te rezo porque creo que la vida cristiana es inconcebible sin María. Desde el instante en que de forma inocente y servicial, modelo de renuncia, pronunciaste: "Hágase en mí según tu Palabra", hasta los tristes momentos del duelo, de muerte, de sufrimiento al pie de la Cruz, has sido Tú, Señora: la que nos ha hecho hijos de Dios. La que nos ha iluminado señalándonos el Norte. La que nos ha socorrido en momentos de peligros y desamparos. La que nos da cobijo bajo su manto, al sentirnos vencidos, acorralados, derribados por la envidia, el odio, la enfermedad, la desgracia, bien nuestra o de nuestros seres más queridos, en definitiva, la que nos ofrece con esa mirada dulce y profunda: el consuelo, la felicidad y la paz. ¡LA BLANCA MADRE DEL ROSARIO!
Y a Ti, volvemos todos los años, esas mañanas de Domingo de Ramos, de sol radiante, jornada de olivos y de palmas.
Vuelve Alcalá, a los pies de tu paso, extasiada ante su Virgen Panadera, Madre del barrio alto, Salesiana de vocación, para pedirte, para rezarte, para cantarte, desde el fondo de nuestro corazón, mirando a tu cara hermosa, que nos señales el camino de tu hijo Jesús.
Entre columnas de plata, serena
y hermosa, vas en tu corazón herida.
Por el dolor, tu mirada perdida,
lágrimas corren por tu tez morena.
Rezando sin voz por tu santa pena,
en tu pecho salesiano escondida,
rebosando ternura desmedida,
eres Madre, Tú... ¡la Madre más buena!
Rezando sin voz por tu santa pena,
en tu pecho salesiano escondida,
rebosando ternura desmedida,
eres Madre, Tú... ¡la Madre más buena!
Cautiva, Tú vas entre los varales
desde tu paso, blanco escapulario;
de donde el amor mana a raudales.
Tu Hijo aguarda en el sagrario,
tu maternal rezo por los mortales,
MADRE... iMADRE MÍA DEL ROSARIO!
(...)
Permitidme que mis últimas palabras sean para dedicar este pregón a mi Hermandad, a D. Miguel (q.e.p.d.), a Eliseo, al general López Tienda (q.e.p.d.), a Juan Hurtado, a Jacinto, a mi hermano Fernando, a José Luis Sola ya todos los hermanos en ellos representados.
Permitidme también como final, que este ramillete de confidencias cofrades salidas de mi alma, con aspiraciones de pregón, se lo ofrezca a MI CRISTO MORENO, como modesto pañuelo con el que enjugar su atormentado sudor ya MI VIRGEN BLANCA SALESIANA, como una cuenta más para engarzarla en su santo Rosario.