ANTOLOGÍA POÉTICA. Esaú Pérez en el Pregón de Semana Santa de 2004

El 28 de marzo de 2004 pronunció el cofrade alcalareño Esaú Pérez Jiménez el XXXI Pregón de la Semana Santa en el Teatro "Gutiérrez de Alba". Fue presentado por Germán Terrón Gómez, por entonces miembro del Consejo, el pregonero eligió la marcha "Corpus Christi". Éstas son las palabras que dedicó a nuestra Hermandad.  

ENCUENTROS.-

Del Hijo al Padre, como del Padre al Hijo, (...)


por la senda del silencio interior e íntimo, recorre su camino el deambular del hombre, alfombrado su paso por la oración sincera y meditada. Es en ese encuentro precioso del hombre con su creador donde se revela la fuerza de nuestra Fe, donde más cerca se está de nuestra propia existencia. Es la oración, nuestro silencioso diálogo con Dios, la fuente de la que beber para apagar nuestro desaliento y de la que tomar el vigor necesario para cargar con nuestras cruces y caminar en pos del Mesías. Los grandes testigos de nuestra fe, nuestros grandes Santos, han ido forjando su acción apostólica y evangélica de la mano de la oración; y es que no puede ser de otra manera: para llevar a Cristo a los demás, primero hay que sentirlo dentro de uno, ya que nadie puede dar lo que no tiene.



Y así, Cristo de dispone a orar. Antes que llegue su hora quiere poner en manos del Padre su proyecto de Salvación: “sí es posible que pase de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”. Antes de salir a nuestro encuentro, el Señor de la Oración en el Huerto se dirige a las Alturas. En la soledad del Getsemaní salesiano, permanecen dormidos los Apóstoles, San Juan Bosco y Santo Domingo Savio andan ocupados en velar por sus preferidos, los niños, y la Madre Auxiliadora contempla desde su otero la escena con un respetuoso silencio; cuando aún no se ha congregado la multitud de hermanos nazarenos y todavía resuenan los vítores de la Función de Palmas, puede oírse por la nave un suave susurro: “Te pido, Padre, por estos tus hijos de Alcalá, por sus familias, por sus trabajos, por sus necesidades”. Tras estas palabras, el Señor Orante inclina por un momento la cabeza, cierra sus párpados y esboza una sonrisa satisfecha: sabe que Alcalá está en buenas manos, que Alcalá está en manos de Dios. Y así ha sido año tras año, así ha sido que de la mano de Dios miles de alcalareños han ido creciendo alrededor de un patio de colegio en el que se aprendía, jugando, a ser buenos cristianos y honrados ciudadanos.



Esos niños de los salesianos, los de ahora y los que ya son padres y abuelos, son los que en esta tarde de domingo luminoso se han echado a la calle con sus ropas recién estrenadas para aguardar el encuentro con el Cristo moreno, al que saben les ha encomendado al Padre y del que imploran su bendición elevando, como Él su vista al cielo al tiempo que brota de los corazones una oración espontánea.



Yo no sé rezar, Padre,

no sé me las Letanías,

ni el Padrenuestro ni el Credo.

Sólo sé que te quiero,

que cuando levanto mis ojos

algo me duele aquí dentro,

que mi corazón se retuerce

al ver lo que te han hecho.

Que se ahoga mi voz

y ni siquiera hablar puedo,

que galopa mi pulso,

que se nubla mi pensamiento,

que tiemblan mis manos

y se estremece mi cuerpo,

que se me parte el alma

ante tanto sufrimiento.

Yo no sé rezarte,

pero sé lo que siento
y sé que es algo muy grande
aunque a expresarlo no acierto
y no me salen las palabras
por más que me empeñe en ello.
Señor de la Oración en el Huerto,
Del rostro sangrante y sereno,
proclamado Dios de los niños,
salesiano esperado de los abuelos,
bendito sea tú nombre,
santificado sea tú cuerpo,
que el pan de cada día
nunca nos sea ajeno,
no nos niegues tú perdón
ni permitas que nos apartemos
del único camino verdadero,
que yo no conozca el mal,
que sepa verte en lo bueno,
que siempre sienta tú mano,
que prenda en mi vida tú fuego.
Señor de la Oración en el Huerto,
Blanco rosario de sueños,
derrama sobre nosotros tú gracia,
que venga a nosotros tú Reino
y se haga siempre tú voluntad
en la tierra como en el cielo.