Homilía del primer día de Quinario al Señor de la Oración en el Huerto




Quinario, la idoneidad en la vida de hermandad
Primer día, hacer hermandad, Jn 13, 1-20
El modo de amar de Jesús, es siempre “hasta el extremo”, y es que parafraseando a San Agustín: la medida del amor es amar sin medida. Con ello buscamos ir descubriendo en nosotros no sólo cómo amar, sino también cómo relacionarnos, cómo hacer familia, hermanos, comunidad, y sobretodo Reino de Dios.
Nuestros actos dicen mucho más de lo que deseamos, y por desgracia medimos en demasiadas ocasiones nuestros esfuerzos y compromisos. De este modo nos cuesta demasiado perdonar, sobre todo a quien no nos perdona, nos cuesta demasiado prestar, sobretodo a quien no estamos seguro si nos lo devolverá, nos cuesta demasiado poner la otra mejilla, no solo para no recibirla nosotros sino ponerla por otro. Pero por encima de todo, nos cuesta demasiado amar a quien no nos ama, y aún más a nuestro enemigo.
El cristiano, es otro Cristo (Alter Christus) que busca con su vida mostrar que Cristo no ha muerto, sino que está vivo. Somos hijos de Dios, hijos nacidos en este mundo por expreso deseo de su amor, hijos que poseen en su interior dones y la gracia suficiente para poder vivir su vida en presencia de Dios. Por eso cuando afirmamos, es que no puedo, lo que estamos afirmando es que no creo tanto en que Jesús sea Dios. Nos falta amor sincero, esperanza cierta, convencimiento eficaz para transmitir en todo momento esta certeza. Da igual lo que pase, lo que podamos pensar o decir, da igual, no pienso perdonar a fulanito, o a setanito. Es más importante mi propio convencimiento, mis propias ideas y sentimientos. Como nos dice el libro de las lamentaciones: “me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo “se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.” Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido.” (Lam 3, 17-26).
Y es que el gran peligro radica en el aguijón de veneno y pecado que se inserta en nosotros cuando recibimos una ofensa, cuando somos arponeados por una mala acción, por una injusticia, por aquello que no nos gusta y nos marca dejando cicatriz de dolor.
Ese veneno solo puede ser curado con el amor, con un amor hasta el extremo. Con una entrega tal que no nos conformemos con lo que damos pues entendemos que aún debemos dar más. Que todo es poco para quien tanto se merece y busca.
El peligro es evidente: “hemos logrado vivir como hombres que viven sin Dios, incluso estando en presencia de Él, estamos sin Él y por supuesto aún menos con Él. De este modo ¿Cómo anunciar que somos hermanos si nos reconocemos hijos del mismo Padre?
Para ser hermanos y construir hermandad, es fundamental no decir que somos hijos de Dios, sino mostrarlo con nuestros actos diarios. Contemplar nuestra vida a la luz del sacramento del amor no es una opción, es una necesidad más incluso que una exigencia o un mandato. Puesto que mal haríamos los hijos si lleváramos la contraria a todo lo que nuestro padre nos ha enseñado.
Será la extrema debilidad de Jesús, la meditación asidua al dolor y sufrimiento por nuestros pecados, la entrega como hombre sufriente, la sinceridad de su amargura, lo único que pueda hacernos descubrir y aún más renacer a Cristo.
Quinario, la idoneidad en la vida de hermandad
Hasta el extremo
nadie es pobre si en su corazón aún laten ganas de amar
si aún abre su corazón a otro
si despierta cada mañana a un día nuevo
si se acuesta disfrutando recuerdos
si el fondo de los ojos aún brilla
nadie es rico si en su corazón no laten ganas de amar
nadie es alguien si alma y corazón no son uno
nadie es nadie si su alma son sus vísceras y su corazón su orgullo
nadie es mío, ni tuyo, ni nuestro, solo nosotros si aprende a regalarse
ama hasta el extremo
porque amar consiste en no pensar fronteras
porque amar es abrir puertas para que otros vean
porque amar es confiar que Tú me llevas
porque amar es acariciarte mientras velas
nadie es rico si no cuenta los días
nadie es alguien si tiene a quien esperar
nadie es nadie si olvida merecer por salvar
nadie es mío, ni tuyo, ni nuestro, es libre, solo libre
nadie ama si no aprende a valorar
si no descubre que hay luna donde había sol
si no busca hacerte sonreír
si no llena tu orgullo al pasear
si no colma tu sed entre lágrimas
nadie es rico si no tiene libertad para dejar
nadie es alguien si tiene capacidad de rescatar
nadie es nadie si opta por hundirse más y más
nadie es mío, ni tuyo, ni nuestro, es solo suyo
pero para ser alguien, debes ser nadie para uno, y todo para los demás.
Carlos Carrasco Schlatter, pbro