Tercer día de Quinario al Señor de la Oración en el Huerto


Quinario, la idoneidad en la vida de hermandad
Tercer día, ejercer la caridad, Jn 21, 4-14
Cuando hablamos del amor, muchas veces lo entendemos básicamente como un sentimiento propio, en primera persona, así afirmamos que amamos a alguien o que ese alguien nos ama. Cuando lo más adecuado sería reconocer que ambos participamos de algo nuevo que ha surgido al encontrarnos.
El amor, ágape, es la certeza de cuánto me completas, de que a la vida de todos les faltan muchas partes, y que sencillamente necesitamos de los demás para que nuestra vida sea completa. Dios es todo amor, y de hecho tanto amor contiene que así surge la creación, como gesto por el cual de Dios emanamos como parte de un todo, al que regresamos al amarnos.
Creo en Dios no por mérito propio, ni por un deber sagrado, sino porque creer en Dios es reconocer que mi vida no está completa sin su amor, o dicho de otro modo, que su amor completa nuestra vida.
Así, cuando desfallezco y no encuentro motivos, no encuentro argumentos, faltan motivaciones, e incluso falta inspiración. Cuando así ocurre, solo tengo que decir, “Señor, siervo tuyo soy, aquí están mis manos para tu servicio”. Y Jesús una vez más, acogiendo los buenos propósitos me dirá donde he de echar la red para recoger los peces necesarios.
Pero los discípulos en este evangelio, han visto ya la resurrección de Jesús y aun así lo que aspiran es a volver a su vida anterior, como si nada hubiera cambiado. Tenemos una tendencia natural al inmovilismo, al conformismo, a buscar espacios de mansedumbre y faltos de compromiso. Cristo les dirá donde echar las redes y solo por obediencia así lo harán, descubriendo que al buen trabajador Dios le regala siempre cestos llenos de Gracia. Y por si fuera poco, Dios prepara para nosotros un hogar confortable, calienta las brasas de nuestro corazón e inspira en nosotros el amor de madre que lo dispone todo para que nosotros solo tengamos que preocuparnos de amar como Él nos ama.
Esta es la certeza de nuestro camino, la inspiración que nos guía, la certeza que hace de todo una luz inspiradora. Dios estará siempre cuando lleguemos a casa extasiados del trabajo bien hecho, agotados del sacrificio realizado, cansados en definitiva de haber vaciado el pozo de agua viva a nuestros hermanos.
Hoy hemos de mirarnos el interior de nuestro corazón y preguntarnos si estamos dispuestos a servir más que ser servidos, a amar más que ser amados, a sencillamente trabajar por merecer a Dios más que merecer que Dios trabaje por nosotros.
Como nos recuerda la secuencia de Pentecostés: “Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento”. Solo desde esta humildad, desde este reconocimiento que todo es poco para quien nos ha dado la vida, y nos regala los mejores momentos de esta. Solo desde el reconocimiento de lo vacía de nuestra existencia sin Él. Solo desde ahí podremos disponernos verdaderamente a que Dios lo ocupe todo, nos transforme todo en Él. Concluye la secuencia así: “Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno”. Que efectivamente así sea nuestro caminar diario en pos del encuentro verdadero con Dios en todos los hermanos y en todos los momentos.
Quinario, la idoneidad en la vida de hermandad
Cierra la puerta al salir
Por mí me bajaría de esta vida
Si con ello vivimos juntos eternamente
Pero si lo que toca es probar un instante
No olvides cerrar la puerta, seguiré adelante.
Si el camino es ir conociendo cosas
Probando rimas, contando historias,
Iré desgranando ideas y cuentos
Construyendo tu retrato, día a dia en sueños
Cada paso sabrá al sentido correcto
Si las preguntas están bien hechas
Y alma y corazón, libres y abiertos
Tendrás la certeza de ser respuesta, de ser ejemplo
Cierra la puerta al salir
No preocupa al lugar donde puedas ir
No lo llames indiferencia, sino amor
Pues tengo claro que donde estés, estaré yo
Pero deja abierta las ventanas para contemplarte cada día
Para cantarte cada recuerdo
Para olerte en cada amanecer
Para que tengas algo pendiente aún para volver
Carlos Carrasco Schlatter, pbro